Dime, amigo mío, ¿llamas a esto estar bien?
¿Libertad completa? ¿Felicidad por doquier?
O ¿es que te han engañado los mimos?
¿Las imágenes incorrectas? ¿Las enseñanzas de tus muros?
¿Acaso no puedes ver, no puedes fuera de tu burbuja ver?
¿Ya no alcanzas a distinguir la mugre, en tu blanco placer?
Amigo mío, que no te ciegue un poco de comodidad,
o un alto puesto en el ranking de esta sociedad.
Ahí afuera los niños aun corren descalzos,
no jugando a la pelota, sino que robando bancos.
Las mujeres no llevan esos perfumes para tu deleite,
es que deben vender sus cuerpos, antes de que a casa llegue el hambre
la muerte.
¿Y puedes distinguir a ese hombre encapuchado?
el no es un demonio, es un hombre que lucha contra los atracos.
Los atracos que nos angustian a todos cada día,
no los de las calles, no los de las esquinas.
Hablo de asaltos a nuestra dignidad, a nuestra libertad perdida,
en cada fin de mes, en cada plato de comida,
en cada cuota que no está al día.
A cada segundo espectros verdes nos persiguen,
en busca de sangre fresca, de cuerpos medio muertos y grises.
Y no culpes a quienes no corresponde, a aquellos niños, aquellas mujeres, a aquel hombre
porque solo son marionetas, juguetes infértiles, inertes.
Por eso yo a ti te pido, tú que aun sigues vivo,
Abre los ojos, huele la mierda,
Grita fuerte y claro,
¡qué la libertad en los ojos de los niños, no muera!