el letargo se acerco a un precipicio de fieras filosofías
y se dio de lleno con las rosas que había traído el viento.
Acabo el veneno en las venas
de los sustitutos de nuestras almas,
entre cáñamos y seda, la tierra yace aún intacta.
Cinco carros llenos de babilonias
uno para cada continente,
para ti la fruta, para mi la serpiente.
Inmersos en tinas, llenas de sudor y de miserias,
renacen las verdes conciencias,
de los súbditos de la inocencia.
Ya no espera el caos ni un ínfimo momento,
aquí están los profetas,
muertos, secos y pudriéndose.
Un segundo más para el último vistazo,
quiero ver tu trono,
desvanecerse con tu cuerpo.
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